miércoles, 21 de marzo de 2012

Breve teoría sobre las estrellas

Pig (comió Pillemce) 

Verte ahí, después de tanto. Lúgubre bóveda  ¡anda! sedúceme una vez más, intenso calor de fugaces sombras estrelladas, no dejes de palpitar, no desaparezcas. Jamás lo harás. Permanecerás andante, eterna, mostrando lo que una vez, no fueron más que bellos resplandores, de siniestros amoríos apasionados, desgarrados por la juventud, de inmadurez sensata, luces deseosas de conmover, este inmenso y vacío mundo, abrumado, desesperanzado. Espacio nocturno, de romances acallados, son aquellos enamorados los que te admiran entusiasmados. Destellos purificadores, que arrancan ilusiones; por su soberbio fulgor, terminan debatiéndose en un rincón, para luego, agotados y resignados, entregarse al silencio consumador del viento que castiga, ese que los elevó sin más, los suspendió en una fórmula de levedad intransigente; no dejarás de ser simpleza, estupidez de la humanidad, vida, ni la muerte te libera. Son aquellas miradas vacías tu razón de ser, aquellas frías pupilas que se expanden en el universo hasta volver a ser, otra vez. Una y otra vez. ¡Anda! Sedúceme, inténtalo, fustígame, piérdeme, pero no me dejes aquí, porque tu consuelo no es más que el simple reflejo, de un amor, que nunca fue.  



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