viernes, 11 de marzo de 2011

La música no está hecha para ser escuchada


Pig (comió Pillemce)

La música no está hecha para ser escuchada, ni siquiera para ser reinterpretada. Debe de entenderse como otra sensación más, que el cuerpo emana en esos momentos de ironía o de paz, de felicidad o melancolía, de vitalidad o debilidad y que suceden así, como generación espontánea pero bien articulada, con un propósito único pero jamás intercambiable, cuando es necesario expresarse.

No es cierto que cualquier individuo nace, se reproduce y muere, no es cierto. Cada uno está aquí en este mundo, para embellecerse y formarse de acuerdo a lo que dicta la cosmogonía musical en general. He aquí el primer principio de la vida en general.
Aquel individuo que nace; retoma y explota los elementos sonoros que va conociendo a lo largo de su efímera existencia para darse identidad, para ser y posteriormente hacer a los demás, para aportar a la comunidad. Cada uno lo hace, por su necesidad de agregar al colectivo el espíritu que genera su conciencia y así, dejar su huella.
La intransigencia de algunos por imponer su ideal y así lograr su bienestar, trae consigo que las sociedades se vean marcadas por una temporalidad musical. La moda no es más que la explotación de las buenas ideas que se ven reducidas a la sencillez, a esa particular fórmula simplista cargada de pendejez, que acarrea masas y que por alguna razón estas no desarrollaron la facultad de clasificar “lo que es” y lo que “debiera ser”.
He aquí el sentido, la razón pues, de mantener esa vibra intacta, aquella sensación que surgirá de sus mentes para el mero disfrute y que brindará lo necesario para caminar por esas calles que estarán pavimentadas con el material que uno mismo se vaya creando al paso. 
Entendamos que la identidad es diferenciación y esto al final se transforma en autoritarismo, en imposición del uno sobre el otro; del que “es mejor o peor”. No es así. Cuando el mundo comprenda que no es necesario ser diferente sino, ser uno mismo para sí y para los demás, podremos observar el verdadero espectro que la vida misma proyecta tras de sí.
Para crecer hay que conocer y para conocer hay que explorar… “experimentar” y para experimentar hay que abrirse  a aquellas ondas que parecen recónditas, que parecen escondidas en la historia, en aquel rincón donde la intransigencia cataloga a los demonios que en realidad están ahí para embellecer el alma.
La música está hecha para ser asimilada.

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